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¿Y SI NO QUÉ?

Uno de los derechos más peculiares de los que dispone el ciudadano en las democracias es el de manifestación.

Es un derecho ligado a la libertad de expresión, cualquiera puede pedir lo que quiera y cómo quiera.

La cuestión es que lo que no ampara democracia alguna es que el Gobierno o el Estado deba acceder a lo que se pide, ni siquiera en los casos que se reúnen las firmas necesarias para provocar una iniciativa popular a discutir en el Congreso.

Es un asunto parecido al resto de los derechos que se proclaman en las constituciones de los países democráticos. Existe el derecho a la vivienda, a la educación, al trabajo…. ¿Quiere decir ello que cualquier ciudadano puede exigir la materialización de tales derechos?. Naturalmente que no.

Se trata de derechos sin obligación. O sea aquello que explicaban a veces de que a todo derecho corresponde una obligación;  pues no es así.

Podemos expresarlo de una forma menos correcta, se trata de auténticos “brindis al sol”.

En estos últimos años de sueño-orgía capitalista, nadie cayó en la cuenta de lo inane, vacuo y poco consolidados que estaban todos estos derechos porque, en definitiva y en mayor o menor medida, todo el mundo disfrutaba de ellos.

Y ahora, cuando tales derechos peligran, resulta ser que la gente parece creer que si se piden,  reivindican o exigen con suficiente intensidad o fuerza podrán obtenerse. (nunca dejará de fascinarme la ingenuidad de la gente o en la estupidez en la que se nos ha sumido).

Ni voy ni iré a esas manifestaciones del 15 M ni a las que las que vengan más adelante aunque a buen seguro aumentarán de tono y cariz, sigo en la utopía anarquista, “los derechos no se piden, se toman”.

Uno de los triunfos del sistema (otro día hablaremos de cómo el sistema es capaz de convertir en basura cualquier idea por muy noble que sea) es hacer creer a lo que llaman eufemísticamente ciudadano que tiene derecho a exigir no se qué a no sé quién, es decir hacer creer a los siervos que no lo son.

Tal vez el tono de las manifestaciones y protestas aumente, tal vez se tornen violentas y tal vez, mucha gente, decida acometer acciones distintas a la mera exigencia de derechos (estrictamente “súplica" de derechos). No servirá de nada, cualquier movimiento en este sentido será inmediatamente  aplastado ya que hoy en día el control que se tiene o se puede tener sobre las personas asombraría al propio Orwell (eso aparte de que mucho manifestante acude a las protestas porque hace izquierdoso, moderno y comprometido y luego, encima,  cuelga sus “hazañas” en youtube y facebook).

La única esperanza existirá si se llega a un estado tal de descomposición y conflicto social en el cual se planteen cosas como asaltar supermercados y Bancos para sobrevivir, entonces estaremos en el camino de algo.

Por eso yo no quiero que acabe ninguna crisis, quiero que se haga más profunda y más larga, más espantosa y terrible; el Ser Humano no tiene memoria y le bastarían 10 segundos de bonanza para volver a lo mismo.

Para hacer una revolución no se necesita  ideología,  se necesita un objetivo o más estrictamente un blanco, mucho odio y mucha desesperación. Y se necesita asumir lo que hemos olvidado, seguimos siendo siervos, con todo a ganar y nada a perder porque estrictamente todo lo que creemos que tenemos nos lo pueden quitar en 10 segundos.

Así pues,  el que quiera  que siga manifestándose y protestando (al  fin y al cabo es un tema de tener la conciencia más tranquila, o sea, como adoptar un niño en África, conducir un coche biológico, reciclar basura, vestir de determinada forma  o beber Moritz) pero la pregunta que se hace el poder es ¿y si no os damos lo que pedís qué?. …. Y por desgracia la respuesta, de momento,  es NADA.

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