Blogia
laturanomelaponedura

GOMINOLAS CUÁNTICAS….Y COMUNISTAS

Hace unos días vi un documental que me hizo reflexionar. La cosa iba de un experimento en el cual se mostraba a diversas personas un gran tarro lleno de gominolas y se les preguntaba   cuántas gominolas creían que había en el tarro.

En el tarro había, si no me equivoco, aunque es irrelevante, 4.137 gominolas.

Pues bien, como era de esperar, los cálculos de la gente se movían en una horquilla enorme, creo recordar que iban de unas 400 a 80.000.

Sin embargo, al coger una muestra grande de personas (tampoco tan grande, unas treinta y pico) y hacer el promedio,  el resultado era ¡¡¡4.150!!, es decir, increíblemente aproximado al número real de gominolas.

El objetivo del experimento era demostrar que, de alguna forma, el ser humano, aisladamente, es una birria, sin embargo, como grupo o en conjunto, sus conclusiones son mucho más acertadas o si  se prefiere, su eficiencia, es mucho mayor.

Para servidor, que raya la sociopatía y que siempre ha considerado que los grupos de personas y cualquier tipo de asociación es perversa y castrante, fue todo un jarro de agua fría. (aunque como veremos no tanto)

O sea que el talento personal, el ingenio y, de hecho, el propio ego,  no son más que una ilusión y sobre todo, son irrelevantes

Porque pensemos un poco más (esto ya no lo decían en el documental, es cosecha propia), para que el resultado sea correcto es indiferente que haya individuos que puedan acercarse mucho más a la realidad que otros, es más, incluso podría ser contraproducente.

Un sencillo ejemplo ilustra lo anterior: no tomemos 32 personas, sino 2, una dice que hay 8.000 y otra dice que hay 250, promedio 4.125,  los dos son patéticos contando gominolas pero el resultado  es muy bueno.

Así pues, trasladando el concepto a la Sociedad, la aportación a la misma de Kiko Matamoros o Belén Esteban es idéntica y tiene la misma relevancia que la de Einstein o Leonardo da Vinci.

¿Quiere decir esto  que hemos de abandonar entonces, nuestra individualidad y transformarnos en abejas o termitas dejando de lado nuestra identidad para diluirla en la del Grupo?....NO.

¿Será verdad no obstante, que si funcionamos unidos a otros para lograr un determinado fin o para defender una idea, los resultados serán mejores?....TAMPOCO.

Lo que, a mi juicio, demuestra el experimento es justo lo contrario, se precisan individuos que actúen de forma aleatoria o imprevisible para que el conjunto funcione y para llegar a un resultado satisfactorio.

Otra cosa es que cuando pensamos en el Ser Humano o incluso en La Vida en general deberíamos fijarnos en el conjunto.

Es decir, no importa lo que ha hecho fulano o berengano, lo único que importa  es lo que ha hecho, está haciendo y hará La Humanidad en su conjunto.

Si tomamos, pues al Ser Humano como especie, en su conjunto, el mundo que hemos tenido, el que tenemos o el que tendremos, no es producto de una suma de voluntades, decisiones o sinergias (como dicen los pijos), sino que seguramente es el que inevitablemente ha sido, es y será.

La inteligencia del ser humano, ni es un don divino, ni es mejor que disponer de unos colmillos enormes o ser capaz de poner dos millones de huevos, no es más que una ventaja respecto a otros pobladores del planeta que hace que, de momento, estemos en la cima de la pirámide alimenticia.

Los dinosaurios, con inteligencias como un donut, fueron capaces de ser la especie dominante durante infinitos años más que, de momento, el ser humano.

Demos otro salto, no pensemos en el Ser Humano, pensemos en “La Vida”.

Hace no demasiados años, se pensaba que la vida era algo extraordinario, una especie de casualidad que requería que se diesen unas condiciones muy poco frecuentes. Este concepto estaba también en la base de una intervención divina. Algo tan raro, tan insólito, tan extraordinario solo podía tener un origen divino.

Sin embargo esta percepción está cambiando a pasos agigantados. A raíz del estudio de los extremófilos se ha podido constatar que la vida se produce en entornos extraordinariamente hostiles.

Hemos de tener en cuenta que estos descubrimientos se producen teniendo, como tenemos, un conocimiento mínimo del propio planeta tierra ya que no perdamos de vista que los científicos no tienen ni pajolera idea de lo que puede existir, por ejemplo,  en los fondos marinos y solo hemos arañado la corteza terrestre. Incluso, no hace ni 5 meses aún,  se descubría (como pasa cada poco) una tribu en el Amazonas que nunca había tenido contacto con el exterior.

Ahora mismo no puede descartarse que exista vida en entornos tan hostiles como las nubes de Venus o en las profundidades de Neptuno y se da por hecho que en Europa, Encelado y  Titán es muy probable que existan formas de vida simples o complejas.

Y, naturalmente, estamos hablando de vida como la que conocemos, no de otras formas de vida que ni tan siquiera reconoceríamos a primera vista al haberse desarrollado a partir de una química diferente a la nuestra.

Es decir, la vida parece tener un único objetivo, permanecer y extenderse, y para ello es capaz de adaptarse prácticamente a lo que sea; y lo hace de una forma sencilla, a base de número y de mezclar aleatoriamente unas cosas con otras.

No sé quien dijo que si dejas a 4 monos en una jaula con una máquina de escribir durante millones de años acabarían escribiendo El Quijote.

De la misma manera que una ostra pone varios millones de huevos porque la mayoría mueren, siendo este su mecanismo para la supervivencia de la especie, La Vida, con mayúsculas, genera incontables formas que se combinan entre sí, después está la evolución, la selección natural y toda esa zarandaja y al final aparecemos nosotros, aparece Kiko Matamoros y aparece Einstein.

¿Qué vendrá, tras nosotros?, no lo sabemos. ¿Somos importantes en toda esa cadena de acontecimientos?, Objetivamente, mucho menos que el roedor que sobrevivió al desastre que acabó con los dinosaurios o el anfibio que salió del agua y se puso a caminar.

Una abeja no sabe que es un hexágono, ni mucho menos sabe que el hexágono es la forma más eficiente de aprovechar el espacio. Entre las abejas las hay que son buenísimas construyendo panales y las hay que son extraordinariamente torpes, pero hacen hexágonos casi perfectos.

Da igual lo que hagan o lo que sepan las abejas individualmente, como especie hacen hexágonos perfectos y se aseguran su subsistencia almacenando mucho en espacios pequeños.

Nosotros pensamos, inventamos, construimos, investigamos y acabaremos, sin duda alguna, creando vida, prolongando nuestra vida o transmitiéndola a una máquina, pero la pregunta es ¿qué lugar o que relevancia tendrá el Ser Humano en el desarrollo de La Vida?, ¿llegará a durar tanto como el cocodrilo o el celacanto, o somos una especie efímera e inútil, es decir, no somos el resultado “bueno”?.

El ego del Ser Humano, su vanidad y su inteligencia, no son dones, ni suponen diferencias apreciables con una vulgar bacteria, no son más que “ventajas” respecto a otros depredadores que podrían dar lugar a que el Ser Humano llegase algún día a ser una especie con cierta importancia o peso específico en el conjunto (aunque lo dudo).

Pero los números son apabullantes, las bacterias llevan existiendo miles de millones de años, el Homo Sapiens, siendo optimistas, 1 millón de años.

Y construir ciudades, inventar Iphones y hacer catedrales y pirámides no sirve absolutamente de nada en el conjunto de lo que es La Vida en la medida que esta “rama” de la misma no continúe o de lugar o se acerque a su destino final si es que lo hay.

Así pues (y es que me enrollo como una persiana), la realidad es bien clara, cualquier individuo es igual de relevante que otro dentro del conjunto y estrictamente hablando, el tener mayor o menor talento o mayor o menor habilidad para hacer algo es total y absolutamente intrascendente. ¿Frustrante?. Tal vez no, tal vez solo nos ayude a valorar a todos nuestro congéneres por igual. Lo cual, dicho sea de paso, tampoco es tan mala idea.

0 comentarios