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BLISTERS

Una de mis pasiones son, o estrictamente eran,  las ferreterías. Aquel señor vestido de azul o gris que era capaz de encontrar la arandela o el tornillo correcto y específico en uno de los múltiples cajoncitos o buceando en aquellos catálogos inmensos con tapa metálica,  me fascinaba.

Quien haya visto alguna de las pelis de Harry Potter se hará una idea con  Olivanders, la tienda de varitas.

Pero hace ya tiempo que las ferreterías se transformaron en supermercados con la mayoría de los productos empaquetados en blisters.

La cosa tiene una parte buena, ahora pueden verse productos que antes permanecían escondidos en aquellos cajones misteriosos o en alguna oscura trastienda, pero el problema es que se ha perdido la posibilidad de comprar estrictamente lo que necesitábamos.

Antes necesitabas una arandela y comprabas una arandela que el ferretero te envolvía en un pedazo grasiento de papel de periódico, hoy tienes que comprar un blíster con 30 arandelas que seguramente no volverás a necesitar jamás.

Hay excepciones, recuerdo el pasado verano en una remota ferretería de pueblo a la que llevé el rebosadero  entero de un inodoro, acostumbrado a que en las ciudades es prácticamente imposible cambiar solo la goma (que es lo que estaba mal) ya que siempre te dicen que hay muchos fabricantes, que ese modelo ya no existe…..

El ferretero, tras observar la pieza (que yo pensaba sustituir entera a un  precio no inferior a 10 €) me miró con sumo desprecio y deslizó una goma en el mostrador. Son 60 céntimos, dijo. Su mirada y su gesto eran elocuentes.

Lo que ha pasado con las ferreterías ha pasado con todo en general. Actualmente todo viene en blíster, más cómodo, más práctico y más superfluo.

Las ideologías, o los partidos que dicen representarlas,  han perdido su esencia o, si se prefiere, su elemento diferenciador o su utopía.

En una sociedad mercantilizada y mediatizada interesa lo simple, lo sencillo, lo concreto, lo inteligible para la mayoría. No interesan ideas generales ni proyectos generales, interesa el aquí y el ahora.

Y se ha vendido bien, no queremos palabrería, queremos actuaciones concretas y proyectos concretos, no interesan utopías, interesan realidades.

Así las cosas, los partidos han empaquetado sus ideas en blisters asequibles y vistosos, con 3 ó 4 contenidos o mejor dicho muletillas recurrentes que son las que, al parecer,  los definen y diferencian de los demás.

Me explico, por ejemplo, ser de izquierdas o de derechas no implica creer en  determinado proyecto o concepto de la Sociedad (PORQUE NO LO HAY, O SI LO HAY ES PRÁCTICAMENTE EL MISMO EN LA DERECHA Y EN LA IZQUIERDA), sino aceptar y recitar determinados mantras.

Pero como aprenderse estos mantras puede resultar complicado,  existe un sistema mucho más sencillo. Si se es de izquierda se sigue a pies juntillas lo que dicen los partidos de izquierda y los medios de comunicación afines, si se es de derecha los de derecha.

No se analiza, no se intenta comprender de lo que hablan o a lo que se refieren unos y otros en cuestiones (en ocasiones) bastante complejas, se acepta, sin discusión el mantra, la Palabra de Dios.

La gente es capaz de posicionarse a favor o en contra de constituciones y leyes que ni  ha leído y que si las leyese tampoco entendería, de conceptos económicos ininteligibles incluso para especialistas y, en definitiva,  de absolutamente todo y ello basándose en algo muy simple, si esto lo defiende fulano y fulano me cae bien o interpreto que es cercano a lo que a mí me gusta ser o dar la imagen de…esto debe ser lo correcto.

Quizás lo más perverso de este maniqueísmo es la absoluta imposibilidad, so pena de anatema y estigmatización inmediata, de lanzar una opinión que no esté incluida en el blíster o mucho peor aún, que esté en el blíster de un adversario. La admonición es inmediata y letal “esto que estás diciendo es lo mismo que dice el PP o Jiménez Losantos o Anguita…..”. Sobran los comentarios o los matices, es herejía y punto.

Por tanto, si queremos ser felices, integrados en un determinado “grupo” o tendencia y ser reconocidos como tales, sin sospechas de traición o tibieza,  no solo hay que aceptar y repetir los mantras incluidos en el blíster que hemos elegido,  sino tener sumo cuidado en no verter una opinión que coincida sustancialmente con un mantra incluido en el blíster de otro grupo.

Si añadimos a los ya de por sí raquíticos  conceptos empaquetados en blíster la imposibilidad antes aludida, resulta ser que los conceptos y opiniones que podemos manejar en la práctica para estar “integrados” o que se nos inserte en el grupo que hemos elegido estar son prácticamente inexistentes.

O dicho de otro modo, el posicionamiento político actual no es más que una camiseta de verano, una moda o una pose para distinguirnos de los demás, como llevar el pelo largo o corto o determinada ropa.

Como obviamente no voy a caer en lo que denuncio, aprovecho para comentar, sin rubor alguno,  que este concepto acerca de la degradación de las ideas lo analizó y bastante bien, por cierto,  el ideólogo del régimen franquista Gonzalo Fernandez de la Mora en su obra (con uno de los títulos más sugerentes que he oído jamás) “El crepúsculo de las ideologías”.

Naturalmente de la Mora llevaba el agua a su molino y muchos de los razonamientos que utiliza son infumables, pero ya vaticinaba, en los lejanos años 60, que estaba pasando con las ideas (que el contraponía a “ideología”, que sería la hija bastarda de aquellas).

La cuestión es que si las ideologías vienen el blíster, sin referencia alguna a una idea o concepto superior y con la obsesión de, bajo ningún concepto, lanzar un mantra que pertenezca a otro blíster,  al final no hay manera de entender nada ni posibilidad real de discutir sobre nada porque lo que impera son “prietas las filas y firme el ademán”.

Un ejemplo de rabiosa actualidad ilustra este concepto. Particularmente, siempre he estado en contra del sistema educativo en Cataluña ya que a mi juicio genera analfabetos funcionales por lo que al castellano se refiere y aunque tiene no pocos detractores y dicen que no integra, sino que separa, me decanto por el sistema educativo de Euzkadi.

Pues bien, en el actual “status quo”, insinuar esta cuestión es objeto de inmediata descalificación “¿Entonces defiendes a Wert?”, te soltará inevitablemente el avieso contertulio. Con lo cual toda posibilidad de discusión queda cercenada.

Si queremos ser felices, apreciados y reconocidos socialmente (dentro del grupo al que queramos pertenecer) no queda otra que recitar sus mantras, olvidar cualquier atisbo de autocrítica y expulsar inmediatamente a cualquier hereje.

Particularmente y aunque por ello tenga que pagar frecuentemente un considerable precio, continuaré intentando comprar arandelas sueltas y no blisters de ningún tipo. Raro que es uno…

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