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ADULTOS EN PANTALÓN CORTO

Acaba el   verano y con ello la espantosa visión de hombres adultos en pantalón corto e incluso con piratas y bermudas,  en nuestras ciudades y pueblos.

Ante el rechazo y legítima vergüenza ajena que me produce esta “moda” que, como casi todo,  manifiesto públicamente  de forma vehemente, una amiga mía, también vehemente ella, me alegaba que mi rechazo a esta práctica era un síntoma de senilidad prematura al no aceptar semejante abominación.

En una cosa tiene razón, lo de los pantalones cortos en hombres adultos es algo relativamente reciente es decir sería algo “nuevo”.

No entraré a analizar lo erróneo de establecer que todo lo moderno es bueno y lo antiguo es malo, o al revés, esto lo dejo para otro momento (ya avanzo que es una estupidez semejante a considerar lo natural como bueno y lo artificial como malo).

Lo que es obvio es que el asunto del pantalón corto es algo importado ya que por estos lares,  jamás nadie había osado utilizar dicha prenda más allá de los 11 ó 12 años de edad (como debe ser).

Los primeros se vieron con la eclosión del turismo por los años 60. Se ha puesto el acento siempre en las señoras rubicundas, pero nadie se apercibió que, junto a ellas, se colaba en nuestra sociedad, como una enfermedad de incubación lenta, el asunto de los pantalones cortos.

Como en este país, debido a las lamentables circunstancias por todos conocidas, todo lo que venía de fuera nos parecía innovador y democrático, el uso de la ominosa prenda se fue instalando poco a poco entre nuestras gentes, epítome de reciedumbre y virilidad.

Cabe preguntarse si el mito del macho hispano (materializado en aquel labriego que cogía el sombrero de una extranjera encaramándose a un aspa de molino en el anuncio de Soberano) se habría generado si los visitantes se hubiesen encontrado con hombres en pantalón corto y bermuda…

Hay que considerar, en primer lugar, que los “guiris” llevaban pantalón corto cuando venían a España de vacaciones, nunca o casi nunca en sus respectivos países.

En este sentido,  muchos teníamos entonces la percepción de que esa práctica era en realidad humillante para nosotros puesto que implicaba   un estereotipo o un prejuicio como si vamos a México y nos ponemos un sombrero mejicano o al Senegal y nos encasquetamos un salacot.

Debemos dejar claro ya desde ahora que el alegato de que se usa pantalón corto por el asunto del calor o la comodidad es total y absolutamente falso, prueba de ello es que, como antes se mencionó, esta prenda nunca se había usado en occidente, salvo cuando los occidentales viajaban a países remotos y exóticos (como lo era España).

El argumento fácil para defender la prenda es decir que si no se usaba en occidente lo era por cuestiones religiosas o morales (tampoco las señoras usaban bikini) y que, en consecuencia, superada la morigeración propia de otros tiempos,  nada impide que los hombres la utilicen más allá de la pubertad.  Este argumento es falso.

Mientras que es cierto que las mujeres no podían exhibir su cuerpo por cuestiones religioso-morales, en el caso de los hombres era por pura estética.

De siempre se consideró que mientras que el cuerpo de la mujer era bello y deseable,  el del hombre no lo era y que, en consecuencia, su exhibición era innecesaria y desagradable.

Todo esto tiene infinitos matices en los que no quiero entrar, solo apuntaré que en cualquier asunto que remotamente tenga que ver con la sexualidad (y son casi todos) nuestra dependencia de las áreas primitivas de nuestro cerebro, es decir, las que nos ligan a los animales “irracionales”, es infinitamente mayor a lo que pensamos.

Pondré un ejemplo práctico para visualizar la divergencia que existe entre lo que se predica y la realidad. Si una mujer, aunque sea muy poco agraciada físicamente, se pasea por una discoteca “enseñándolo todo” tendrá a su alrededor inmediatamente cientos de “moscones” mientras que si esto lo hace un hombre poco agraciado, se generarán huecos y calvas en la pista aparte de enormes carcajadas.

Cierto, tal vez ello obedezca a cuestiones culturales;  o no,  porque en la naturaleza vemos con inusitada frecuencia situaciones similares…

Me voy por las ramas, lo que verdaderamente me molesta del pantalón corto en hombres adultos es que no se utiliza por comodidad sino que se utiliza como demostración de estado.

Al igual que en el wasap, feisbus, tuiter u otras aberraciones de nuestros tiempos, la gente explica lo que hace, lo que come o donde está y en el caso concreto del wasap define su “estado”, el pantalón corto indica “estoy de vacaciones”, “hoy no trabajo”, estoy en modo “informal”.

Hace tiempo que he amenazado con enviar una foto de mi miembro a todo aquel que ose enviarme una foto de lo que está comiendo por wasap, para que tenga postre…

Me resulta totalmente incomprensible y extremadamente molesto que todo el mundo se empeñe en decir al resto del mundo, lo que son, lo que hacen, de que rollo van o lo que comen o dejan de comer.

He dicho muchas veces (y me reafirmo en ello) que uno de los mayores logros del comunismo chino fue imponer la idea de que todo el mundo debía vestir igual porque distinguirse del resto, era muestra de vanidad y, por supuesto, antirrevolucionario.

Es una idea absolutamente genial desafortunadamente abandonada en aras del consumismo.

A mí, que lo que me gusta es pasar totalmente desapercibido y que detesto llevar cualquier signo o prenda o realizar cualquier acto que revele mis ideas, preferencias o deseos, me fascina sobremanera que la mayoría de la gente haya optado por la impúdica exhibición de su vida.

Albergo serias dudas acerca de si, por ejemplo, los que nos “regalan” wasaps con fotos de sus viajes o comidas (antes se nos martirizaba con los videos caseros) disfrutan más con tales viajes y condumios  o con el hecho de explicarlos a los demás.

El caso de las comidas es paradigmático. Hace algunos años, nadie osaba tocar la comida si antes no se bendecía la mesa, hoy en día la admonición es igualmente severa si no se realizan antes las fotos y consiguientes envíos de las mismas por el wasap.

Visto lo visto casi que prefería lo de la bendición de la mesa, era igualmente estúpido pero más breve.

Pues bien, lo de los pantalones es la misma vaina, el que los lleva expresa un mensaje al mundo, “voy en modo relajado”, “soy un tío casual, cool”.

Y lo expresa de diferentes formas:

En lo que podríamos definir como el paradigma de la gilipollez y que resume lo que quiero expresar, está el que va con pantalones cortos pero  “arregladito”.

El look de pantalón beige, cinturón negro, camiseta de marca y náuticas a mí, particularmente, me hace aflorar los más bajos instintos y pasiones, solo diré que aunque soy un defensor a ultranza de la libertad de venta de armas (esto ya lo comentaré otro día) comprendo que en determinados casos, el deseo de volarle los sesos a más de uno podría convertirse en algo muy real.

O sea, los pijos han de demostrar al mundo que aunque hoy toca ir informal ellos siguen siendo lo que son.

Otro look clásico es el de pantalón-bañador, camiseta de 5 euros con  logo “Cuty Shark” o similar, bambas de mercadillo y barriga peluda asomando entre el pantalón  y la camiseta.

Si bien esta imagen me resulta mucho más agradable que la de los pijos y de hecho sería el único atavío  coherente con unos pantalones cortos, apelo a cuestiones estéticas, es innecesario.

Probad a ir con los tejanos de siempre, calcetín por supuesto,  y calzado cerrado, la diferencia por lo que se refiere a comodidad y temperatura es mínima la que concierne a la dignidad es infinita.

Por último están los que me dan más pena; son los ancianos. Muchos de ellos, seguramente aconsejados (con buena intención, no lo dudo) por sus esposas o hijas han abandonado la austeridad y discreción en el vestir que debiera ser norma general y más en un anciano, para pasearse por nuestras calles mostrando sus piernas blancas y macilentas.

Esto es especialmente cruel, no solo vivimos en una sociedad que discrimina a los ancianos sino que, encima, los hacemos vestirse como payasos, lamentable…

Muchos hombres heterosexuales y casados, se visten conforme sus esposas les indican (yo lo hago ya que mi preocupación por la forma de vestir es nula, insisto abogo por el traje Zhongshan) sin embargo hay que imponer ciertos límites y el del pantalón corto es sin duda uno de ellos…

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