Blogia
laturanomelaponedura

CASUALIDAD Y CAUSALIDAD

Prácticamente todo, se sostiene en la idea de causalidad. Nuestro cerebro, que es una máquina extraordinaria pero en realidad bastante limitada, necesita establecer relaciones de causalidad o si se prefiere el término, coherencias.

Es decir, nuestro cerebro se gobierna por criterios de practicidad, por eso no vemos todo lo que podríamos ver, no oímos todo lo que podríamos oír ni podemos concentrarnos o realizar más de una actividad a la vez (ni hombres ni mujeres aunque éstas sostengan los contrario).

Está más que demostrado que nuestro cerebro de lo que ve, lo que oye o lo que percibe, “selecciona” aquello que encaja en lo que “debe ser” o en lo que por experiencias previas propias y de la especie, es lo normal o lógico que suceda.

Sentado lo precedente, el cerebro humano busca desesperadamente el binomio causa efecto, hasta tal punto ello es así que es capaz de elaborar complejas y peregrinas teorías y explicaciones para casi todo.

Otra faceta del asunto (ya tratada en anteriores elucubraciones) es la vanidad, la justificación o aquella especie de “sentido de lo justo” que comenté bajo el título “La Charca”.

El Ser Humano necesita aunque sea para reconciliarse consigo mismo, creer que su esfuerzo su habilidad, su empeño, su voluntad  o sus acciones son las que le conducen a dónde está, es decir, necesita creer en la relevancia de la voluntad.

De no ser así, tal vez la Raza Humana se hubiera ya extinguido, entregada a la suerte o al azar a pesar (y mucha gente no lo sabe) que el concepto suerte o azar es recientísimo

O sea, desde otra perspectiva y como casi todo, creer en la causalidad supone, en realidad,  una “ventaja evolutiva” respecto a otras especies haciendo del  Ser Humano un Organismo más eficiente y capaz para la supervivencia.

Pero la cuestión es que no parece que las cosas, en realidad, funcionen de esta manera.

Descartada por absurda e innecesaria, la idea de un creador o de una voluntad que de sentido al Universo (absurda porque para crear algo, si se dispone de ese poder, se hace directamente y en paz e innecesaria porque a partir del Boson de Higgs no es necesario creador alguno) lo que parece que en realidad sucede es que prácticamente todo se crea a partir de la casualidad, para simplificar, a base de mezclar muchas cosas con otras y a ver qué sale….

Hay estrellas que explotan crean elementos nuevos, éstos se combinan y dan lugar a elementos más complejos y así sucesivamente, no hay guión ni propósito, solo un niño con un martillo que rompe un juguete para ver lo que hay dentro.

De hecho si quisiéramos elaborar una teoría “creacionista” lo más probable es que fuéramos parte de un experimento, de un examen o estuviésemos en un gigantesco acelerador de partículas, artilugio que se basa en el mismo principio que el niño con el martillo, se hace colisionar a toda leche dos partículas para ver “que hay dentro” o lo que sale.

Hemos de tener muy presente, por lo expuesto, que nuestra mente lo razona todo,  es decir intenta darle coherencia a todo.

Esto está más que demostrado por ejemplo en el asunto de los sueños, nuestra mente, a base de retazos de información genera una historia, HA DE GENERAR una historia.

Nuestro mundo “real” es exactamente lo mismo, a pesar de que en realidad nada decidimos, ni tenemos capacidad para interactuar con nada ni para modificar nada, DEBEMOS crear, y la creamos, la fabulación de que en realidad somos dueños de nuestros actos y que podemos decidir lo que hacemos o dejamos de hacer pero no es cierto.

¿Cuestionable?. Tal vez, pero echando un vistazo a cómo funciona el Universo conocido,  lo cierto es que no parece, desde luego, que exista  la famosa causalidad.

La cosa se pone aún más fea o inquietante si interpretamos que todo el Universo debe tener un propósito o razón de ser, porque en este supuesto, quienquiera que lo haya creado o es un chapuzas o, como teorizaba antes, está realizando un simple experimento en el que huelga decir, nuestra participación no solo parece poco interesante  sino que probablemente no constituya más que un resultado indeseado, imprevisto o irrelevante.

No, si va a tener razón Wenceslao Fernández Flórez cuando en su libro, El Secreto de Barba Azul decía que los seres humanos eran un resultado imprevisto (como el gusano que salía en un queso) con el que no había contado un Dios que habría creado el Universo para su goce y disfrute, concretamente “para gozar de los movimientos perfectos, placer del que tenemos una mínima idea con el juego del billar”…

0 comentarios