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JAPÓN

 

Este verano he tenido el raro privilegio de visitar Japón, el impacto ha sido brutal y doble (como la película de Van Damme), por un lado nunca había estado en Asia y, por lo que cuentan, Japón es diferente al resto del continente.

 

Se dice que ir a Japón es como viajar a otro planeta, yo, sin negar lo anterior,  diría más bien que es como ir a un Universo Paralelo, muchas cosas parecen iguales pero la realidad es que es otro mundo, otra realidad total y absolutamente distinta a la que conocemos.

 

No me dedicaré a comentar o relatar las diferencias, peculiaridades o curiosidades de ese lejano país, ocuparía cientos de páginas y existe muchísima información  al respecto, aunque mucha, tras la experiencia propia, no la comparta.

 

Lo que quiero comentar es lo dicho, el enorme impacto que me ha causado comprobar que aquí en nuestro planeta,  existe un mundo y una realidad distinta ajena a todo lo que había conocido hasta ahora.

 

Viajas a Nueva York, a Londres, a París, son ciudades famosas en países emblemáticos,  pero en el fondo todo es lo mismo, no te encuentras nada que te sorprenda realmente salvo pequeñas curiosidades o costumbres, viajar a Japón es otra historia, ni siquiera comparable (y aquí hablo de oídas) a viajar a ningún otro lugar de Asia.

 

Aún no estoy en condiciones de valorar este impacto y no sé si será duradero pero noto que algo (aún no se qué exactamente) ha cambiado en mi interior, en mí también se ha originado una especie de personalidad paralela, todo parece igual pero no es igual.

 

Quizás sea debido a los sonidos de baja frecuencia que mi hijo decía oír casi en todas partes y yo no oía, pero es como si fuera otra persona, como si me hubieran cambiado entero por alguien o algo que parezco yo pero no lo soy, ignoro en qué derivará todo esto exactamente.

 

Lo cierto es que ahora observo la realidad de otra manera, con otros ojos,  porque ahora sé que es posible y existe un mundo paralelo, una realidad alternativa absolutamente maravillosa en muchos aspectos y en otros delirante y loca pero el caso es que algo más haberlo haylo.

 

Japón es por una parte el paradigma del capitalismo que tanto denuesto en este blog pero por otro lado es también otra cosa: ARMONÍA.

 

Esta es la palabra y el concepto que me ha fascinado de Japón, la armonía,  incluso en esas ciudades de tres niveles con escenarios de Blade Runner y con neones y luces aparentemente caóticos, no solo en sus templos, su naturaleza y sus gentes.

 

Incluso en lo peor de Japón (que naturalmente también tiene miserias y sombras) parece que esté subyacente algún tipo de armonía que lo gobierne y permee todo, quizás sean esos sonidos de baja frecuencia a los que aludía mi hijo porque desde luego yo jamás había experimentado esa sensación a un nivel cuasi físico.

 

Siendo consciente del sesgo de confirmación en el que incido, eso que yo llamo armonía no es más que la percepción física de algo en lo que llevo insistiendo en este blog, la realidad es la que es y nosotros no tenemos influencia en ella, somos meros espectadores de la  misma.

 

Estoy seguro que esta sensación se desvanecerá pero de momento disfruto mucho de ella…

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