Blogia
laturanomelaponedura

LIVORNO

Este verano, de vacaciones por Florencia con mi esposa, decidimos abandonar el rebaño turístico y explorar la ciudad de Livorno.

 

Nos encontramos con una ciudad con una ENORME línea de mar, con canales por los que circulan embarcaciones y con edificios junto a la costa de cierto empaque, representativos quizás de épocas más boyantes.

 

Me recordó sobremanera a como era Barcelona antes de Maragall, una ciudad con muchos kilómetros de mar pero que vivía de espaldas a él.

 

De hecho una buena parte de la costa (playa no hay, son rocas) está ocupada por baños privados (como en Barcelona los baños San Sebastián, Astillero, etc.) amparados, supongo, en una Ley de Costas distinta a la nuestra.

 

Los baños, como sucedía con los de Barcelona,  son en general para público muy humilde y el día que fuimos estaban atestados.

 

También en general, los locales, bares y demás situados junto al mar son frecuentados por gente humilde, con precios en consecuencia (menos de la mitad que en Florencia), abundan las familias con niños y los viejos, muchos parecen conocerse puesto que se saludan y hablan.

 

Ante este potencial y existiendo como existe incluso una primigenia infraestructura turística (los baños), sorprende sobremanera que ni los codiciosos hosteleros, ni el codicioso Ayuntamiento ni en definitiva,  toda la cadena de la avaricia y el beneficio capitalista no haya elaborado planes y realizado proyectos para explotar el lugar.

 

Debe existir algún ignoto factor que de momento lo impide.

 

Porque sin duda el potencial de explotación es IMPRESIONANTE.

 

Maleados por lo que estamos viviendo en Barcelona,  incluso mi mujer y yo empezamos a pergeñar lo que podría hacerse aquí y allá, en definitiva, las posibilidades de un lugar total y absolutamente en bruto, firme candidato a la más salvaje de las gentrificaciónes.  

 

Hasta que caímos en la cuenta que si LIVORNO algún día se volvía “mona” y “bonita” ya no sería el hogar de quienes ahora la habitan, sino de extranjeros vociferantes con sombreros mejicanos, porque los livorneses que ahora la disfrutan ya no podrían ir a pasar las tardes de domingo junto al mar; ni ningún día, los precios se dispararían…

 

Así que de alguna forma añoré aquella Barcelona gis, anodina y más fea que Picio de antes de las olimpiadas y que por desgracia ya no volverá.

 

Nos estamos cargando el planeta de muchas formas y una de ellas es mediante la sobreexplotación de todo, directa consecuencia de un sistema que considera la codicia, la obtención de beneficio o el crecimiento como una virtud en lugar de cómo una auténtica plaga.

0 comentarios